sexta-feira, 22 de outubro de 2021

"TRAS TUS OJOS EL FINAL" - CUENTO - GUSTAVO HENAO CHICA (COLOMBIA)


 

No quise mirar más que el espacio al frente. Al lado de la puerta tú le pegabas a mi irse con una mirada de vencida. Impedí que mis ojos se enfrentaran a los tuyos que ordenaban; lo último que hiciste después de entregarme un beso, fue un gesto de… “no te vayas”. Me di cuenta de que no flaquearía, absurdo hubiera sido quedarse, hice pasos de perseguido, ningún objeto se definía adelante, en mis ideas, el todo eras tú; estaba utilizando la porción de voluntad que aún tenía.  En el baño tomé la decisión esta mañana. Para hacerte asustar un poco, guardé la ternura que acostumbro en mi bolsillo, salí sin dar explicaciones. A veces uno va dejando de ser, por los otros, por ideas, por situaciones; contigo no era yo, moldeaste mis emociones y sentimientos hacia la vida, llegué a pensar en gris y negro, a ver abismos y soledad.

     Mientras me alejaba empezaste a limpiar el polvo de la ventana con la punta del blusón. Quieta por momentos. Pensando una furia. El meñique hurgando tu nariz. Mirabas la calle en la que yo ya no estaba presente (porque al final de la calle uno desaparece) deseosa de verme regresar, pero al no volverse real tu deseo, imagino tu cara, la reacción ante el fracaso al entrar cerrando la puerta.

     En la sala enfrentada al retrato, lanzas una escupa gruesa contra la pared. Te sientas en la plataforma que improvisamos para posar, fumas continuo dejando que la ceniza del cigarrillo asuma formas caprichosas, luego la depositas en un cenicero que derrama colillas dando evidencia de cuánto fumas. No deseas más que permanecer allí. La piquiña en el pubis te hace mover, cuatro dedos de la mano izquierda rascan, los arrimas a la nariz, olfateas. Van tus ojos al caballete, verificas que esté frente al espejo de cuerpo entero que tienes en la pared. Traes el lienzo y lo acomodas. Detienes la mirada en los dibujos y frases impresos en tarjetas coloridas. Una araña que había iniciado la construcción  de un puente  desde la moldura del espejo y el borde superior del caballete huye; te decides y vas al lavamanos, recoges agua, las gotas te salpican porque has abierto el grifo más de lo necesario.

     Vuelves a la sala donde te espero en retrato, reacomodas el lienzo, me observas con ausencia y un decir indescriptible en tus ojos, con la misma mirada que vi desde el baño cuando empecé a sospechar, en esa tarde de lunes; estabas iniciando los bocetos para el retrato, cogiste la puñaleta que me trajo Olimpia de España, tus ojos vieron hacia el baño, arrimaste la punta al lugar de mi corazón en el retrato, sonó el teléfono, descolgaste el auricular. A un lado quedó sin llevarlo al oído, la puñaleta apuntaba a tu corazón.

     Hice de modelo porque me convenciste. Insistías tanto que al fin te di gusto. Acomodarme en la pose indicada y mostrar plasticidad en el cuerpo, era relativamente simple, llegué a olvidarme de estar ahí; tu voz era continua y en el mismo tono durante la sesión, acomodado en la plataforma escuchaba los comentarios que hacías sobre las crisis emocionales, los rasgos esquizoides, la soledad, la depresión, la desesperanza y la muerte. Aprovechando la quietud de la pose, dabas salida a tus frases contra la existencia, unas eran tuyas, otras prestadas de los filósofos pesimistas. Esas palabras me iban adormeciendo, imágenes de muerte pasaban por mi cabeza en esos ensueños. Ese discurso se repetía de tal forma que llegó a convertirse en algo mío e incluso a inducirme al abandono. Me has hablado de los hombres predispuestos al suicidio, de cómo se van encaminando al desenlace y la muerte les llega como un acto placentero.

     Esta mañana frente al retrato que te mira, que te miro con mis ojos alegres (si estuvieran bien pintados serían tristes) me has gritado un desprecio. Mis ojos siguen abiertos (es lo único con vida en el retrato). Tienes en el blusón manchas coloridas que dejan los pinceles al limpiarlos, en las manos y en las uñas huellas de nicotina y otras cosas que se pegan. Aproximas el caballete al lado del espejo. Me subes al soporte. Coges la puñaleta que está en la butaca, tocas con la punta varias partes del retrato. –Cabrón-, le dices a mi ausencia. La plataforma en que no estoy, te ve y te oye. Yo en retrato quisiera contestarte con esos labios imperfectos, el cuerpo se va pareciendo más a mí, pero el color no es el de un vivo. Si le cubrieras los ojos, sería yo pero muerto.

     En los primeros bocetos de mi cuerpo al desnudo utilizabas el carboncillo: líneas aquí y más allá, en las que no veía ningún parecido con mis características, después utilizando el óleo te paseabas por la sala llevando el pincel y las pinturas en las manos, pensando en las partes menos logradas del retrato.

     -Relaja ese bíceps-, Dijiste. Cuando el humo llenaba los rincones de la sala, había un reproche en tus labios por la poca ventilación del lugar.

    Al concluir las sesiones disfruté lo que me dabas. Esos momentos eran lo único seguro, lo que me ataba. En la tarde recibías la llamada de uno de ellos. Traté de reconocer en tus ojos el rostro que le pertenecía al que llamó; en tu cara me parecía ver a todos los que habías mencionado. Pienso en esa pose tuya sentada en la butaca, enumerándolos, describiendo sus atributos, alzabas la voz, te exaltabas esperando mis reacciones. Sé que tu actitud tenía un propósito. No perdías oportunidad para evocar juguetonamente, como una niña que cuenta sus travesuras al papá. Te afanabas en recordarme que sales a la calle a comprar pinturas. Me decías las cosas porque a tu saber está claro que soy de los que acumulan dolor y antes de hacerte algo lo haría contra mí. Guardé entre estómago y garganta lo que deseaba gritar, no puedo impedir que seas como eres, te gusta hacer el arte, fabricar el camino del sufrimiento y que otros caminen a tu lado y si es posible adelante para verlos caer, mientras juegas al nihilismo y ríes. Existe una amargura que manejas e incrementas a tu antojo.

    Memoria me trae recuerdos y yo le agradezco que me dé luces. Fuimos a una reunión de “artistas”, allí donde lo que menos se hace es arte porque se la pasan hablando de corrientes y técnicas, cuánto tiempo desperdiciado. Estuve sentado viendo cómo pasabas entre las manos de esos para los que yo no existía y cómo prodigabas tus labios. Me retiré sin decirte hasta luego. En el apartamento entré al baño. No recuerdo lo que sucedió después, cuando recobré la conciencia estabas a mi lado junto a la cama, tenías una sonrisa de fracaso, una desilusión que no ocultabas. Sobre la mesa de noche, la puñaleta y el frasco de veneno me vieron despertar. Te diste a la tarea de limpiar la puñaleta.

     Seguí modelando después de aquello, un poco indispuesto, el comer era mínimo, lo más que hice fue dormir. Tú no has perdido día, te vas y llamas para decirme que te demoras o que no vienes, esto a media noche; regresas haciendo mimos de nene, me pides perdón con tufo, te quitas todo en media sala, contemplo los calzones y el brasier cuando los llevo al lavadero y me duelen los pensamientos; antes de irte a la cama hablas de hastío, de un mundo insoportable, de calamidades y miserias de la vida. El apartamento con las cosas fuera de lugar, oloroso a nada de gusto por la basura acumulada, los platos sin lavar en varios días. Al levantarme, tus preguntas están encaminadas a las horas que permanecí en el baño, insistes en saber cómo me siento.

     -Báñate, tenemos que terminar el retrato-.Ordenabas. Antes de hacerlo, en tus manos aparecía el álbum de recortes. “Ex­-miss universo se suicida”, es la primera nota. “Japonés mata a su esposa y luego se suicida”, es la siguiente. Son recortes de revistas y periódicos en los que se habla del suicidio, en las paredes de la sala hay dibujos y caricaturas, tienes además una buena selección de apuntes humorísticos sobre el tema.

     La plataforma en que poso está vacía. Miras el retrato. Le haces una mueca. Introduces el meñique en la nariz. En la pared la escupa gruesa se ha secado. Vas junto al caballete, das una pincelada y te alejas un poco, observas. –Cabrón-, me dices a mí en retrato. Acabas por convencerte de que has perdido. 

    . Gustavo Henao Chica

. Livro “De la intimidad.Cuentos”.Página 12
 . Email: escritoresacademia1957@gmail.com 

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Gustavo Alonso Henao Chica nació el 19 de diciembre de 1957, en Jericó - Antioquia - Colombia. Entrenador paralimpico Es Licenciado en Educacion Especial por la Universidad de Antioquia; y Especialista en literatura Producción de Textos e Hipertextos por la Universidad Pontificia Bolivariana. Publicaciones: De la intimidad. Cuentos; Textos para Afrodita Poemas; En busca del asombro. Teatro. Fragmentos alucinados. Ensayos. Historias en agua y tierra. Relatos. Cuentos para leer en el crepúsculo. Cuentos. Coloquios de adolescencia. Articulos. Libro de poesías Saudade... Lançado em agosto/2021 - Gustavo Henao Chica e Vanice Zimerman (Brasil).


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