segunda-feira, 22 de agosto de 2022

A Bukowski - Eternas asas... Poesia


O “Pássaro Azul”

No coração de Bukowski

Alça voo e pousa

Num mesclar de luz e sombra

Chegadas e despedidas...

Nas insones madrugadas

Solitários sons:

De uma garrafa quebrada

Trincada taça -

Ao lado da máquina de escrever...

Ah, esse “Pássaro de um Azul

Mármore inunda as ruas

Escuras e frias da cidade,

Enquanto em seu colo

Etéreos gatos ronronam...

 

No coração de Bukowski

Um poema eclode - implode

Nas asas de seu “Pássaro Azul”

O Poeta se recolhe, num jogo

De esconde - esconde;

Enfim se mostra, mas sem

Deixar seu ninho,

E nesse mergulho da alma em letras

Ele adormece num pulsar

De vida esmaece...

 

Vanice Zimerman, IWA 
em 16/08/2022

***

"Henry Charles Bukowski foi um poeta, contista e romancista estadunidense nascido na Alemanha, 16 de agosto de 1920 - 9 de março de 1994."


 

Vanice (Acróstico para a leitora)


 
Velejo por um arquipélago de letras geograficamente compostas, onde naufragar é certo, chocar-se contra os arrecifes de tais pensamentos e emoções, nos mostra em versos toda beleza de navegar.

Atravessei as fronteiras de cada composição, de cada texto, por sobre as corredeiras do Iguaçu, sua voz se fez, foz...

Nunca acreditei em mitos ou lendas, mas, em meio a literatura ouvi um canto doce me arremessando contra os recifes, atraído pela leitura.

Imaginar, criar, é a natureza dos tantos escritores, que, como esta, lançou-me ao mar aberto de seus incontáveis pensamentos.

Cada linha desenha perfeitamente a nau e o curso a singrar, perceber um horizonte de culturas em seus estados, capitais,  moradas e meios.

Então, minha aventura rumo a Curitiba, desencadeou o acróstico o qual escrevo, sem batalhas e muitas pilhagens, que, aumenta consideravelmente minha riqueza literária...

Texto: Vanice
Autor: Osvaldo. Rocha
Data: 12/07/2022
 
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Perfil do Autor:

terça-feira, 9 de agosto de 2022

JAC SANTA MÓNICA Y CAMPO ALEGRE - PROGRAMACIÓN - Libro "Viajé a Pie" - Gustavo Henao Chica - Jueves 11 de Agosto. 5:00 P.M.

 

 JAC SANTA MÓNICA Y CAMPO ALEGRE - PROGRAMACIÓN -  Libro "Viajé a Pie" -  Gustavo Henao Chica - Jueves 11 de Agosto. 5:00 P.M.

 

 Telefóno: 604 - 5944731
WhatsApp Emisora: 3026005983
 
 
 
 Jueves 11 de Agosto 5:00 P.M.
   Lanzamiento del libro "Viajé a Pie" 
Gustavo Henao Chica
 


Gustavo Henao Chica Nació el 19 de diciembre de 1957 en Jericó - Antioquia - Colombia. Entrenador Para-límpico. Licenciado en Educación Especial por la Universidad de Antioquia, Especialista en Literatura producción de Textos e Hipertextos por la Universidad Pontificia Bolivariana. Publicaciones: De la intimidad, cuentos. Historias en agua y tierra. Cuentos. Cuentos para leer en el crepúsculo. Coloquios de adoescencia. Articula. Libro de poesía Saudade... Publicado en agosto/2021 Gustavo Henao Chica y Vanice Zimerman. Ensayo. Textos para Afrodita, Poemas, En busca del asombro, Teatro. Fragmentos alucinados, ensayos. Viajé a pie.

Email: escritoresacademia1957@gmail.com
 

terça-feira, 2 de agosto de 2022

EL NAIPE NUEVO Por: Gustavo Henao Chica . Cuento

 

Huesero solía jugar cartas en la “Zona” o en las cantinas del pueblo; trasladó el juego a la casa después de un domingo en que al volver, encontró a Sofía acostada en una estera y sobre ella, sudoroso y con los pantalones más abajo de las rodillas al “Tungo”, el chofer de la “escalera” que los había traído a Jericó. Huesero tenía en el recuerdo que cuando se habían bajado en Fredonia, la mujer se demoraba en el baño; ella y el que huele a gasolina aparecieron por el mismo lado, sonrientes. El domingo en referencia, Huesero entró en la casa por detrás, descargó el costal, los amantes no lo escucharon. Al verlos se quedó a la espera, cuando terminaron y el “Tungo” fue a subirse los pantalones, Huesero le pegó un planazo en los glúteos y le colocó el filo del machete en la nuca. Sofía abrió los ojos, las mejillas que tenían la hermosura propia después de un orgasmo, palidecieron, se quedó inmóvil. Huesero le quitó al “Tungo” el dinero que tenía, le pegó otro planazo y se hizo a un lado, el hombre salió rengueando y con la cara de dolor-susto, en la puerta se subió con dificultad los pantalones. Huesero miró a Sofía, con la punta del machete le bajó la falda.

-Pensé que seguiríamos viviendo del Hueso-, le dijo. A ella le volvieron los colores. –Voy a comprar un naipe para que pongamos el negocio aquí-, dijo.

El garitero en esos días era Darío, pasaba en las mañanas y al medio día frente a la casa de Huesero, Sofía lo miraba desde la ventana a la ida y al regreso, sabiéndose visto Darío inclinaba la cabeza, sus pasos inseguros lo alejaban del lugar, de la mirada. Cuando Huesero compró el naipe, salió a la entrada, era un lunes, Darío iba a seguir como siempre pero Huesero lo detuvo.

-Garitero, ¿lleva mucho afán?-, preguntó.

-No, los peones están cerca-, dijo, sin fijarse en Sofía que desde la ventana lo más miraba.

-¿Por qué?-.

-Es que… descargue yo le muestro-, le dijo Huesero amistoso.

Darío colocó sobre el piso la vara en que estaban amarrando los almuerzos.-Venga le muestro lo que compré-. Darío entró en la pieza donde Sofía fue sorprendida con el “Tungo”. Esa misma tarde dos de los hermanos a los que garitiaba, vinieron a jugar.

Ese fue el tiempo en el que los campesinos se detenían allí. Huesero ganaba siempre, los mejores días para el negocio eran los de feria y los meses de octubre a diciembre cuando se daba la cosecha de café. Pero no faltó alguien esporádico deseoso de una partida, aunque fuera de rapidez. Los arrieros dejaban los animales pastando a la entrada, para dedicarse al juego. Con el paso de los años Huesero parecía no envejecer, nada lo cambiaba, por el contrario a Sofía fue como parpadear para encontrarla vieja, oliendo a tabaco y con los dientes incompletos. Darío después de la primera se marginó del todo, como el que comete un delito y se arrepiente, se fue a Medellín.

Cuando lo vio llegar, Huesero dejó salir su alegría, sacó el naipe del carriel y lo invitó. Sin levantarse del butaco en que estaba sentado, dobló la ruana colocándola sobre la madera, señaló una enjalma que hacía las veces de silla.

-Siéntese ahí, juguemos una mano-, y agregó.- Aquí se juega, pero por plata, no por vicio-. En el naipe que Huesero tenía en las manos estaban las historias y las huellas de los hombres que lo habían manipulado.

-No tengo dinero-, dijo el muchacho.

-Si no trajo plata, ¿entonces a qué vino?-, preguntó Huesero.

-Pensé que podía jugar así-, contestó Jorge.

-Cuándo le pagan la garitiada? Le puedo prestar si quiere, dijo Huesero y colocó las cartas sobre la mesa, las separó en grupos, luego las juntó pidiéndole a Jorge que tomara la mitad.

-Este naipe tiene muchos quiebres, saque la muestra-, dijo. Jorge cogió una carta y le dio la vuelta, apareció el as de oros.

-Usted tiene buena mano, será que va a ser mejor que su papá?-, le dijo Huesero, animándolo-. El primer jugador en otro tiempo, fue él-, hizo una pausa recordando-.

-Trajo primero a los hermanos y a los primos, después a los peones, venían generalmente los viernes, en cambio su papá…-, sin terminar el comentario miró a Jorge.

-El no volvió, la primera vez lo puse a jugar de sorpresa, creo que no había salido del susto cuando ya estaba vaciado-, hizo otro silencio y miró Sofía. Ella escuchaba sin volverse.

-Le fío si quiere y cuando le paguen sana la deuda-, dijo Huesero. Jorge seguía sin decidirse. -Usted como que no va a jugar-, insistió Huesero disgustado, recogió las cartas, la ruana y entró.

-No me gusta jugar plata-, palabras de Jorge. La mujer seguía escogiendo los granos malos del café esparcido sobre una mesa, habló para que el muchacho oyera, desde el otro extremo del corredor.

-Antes ni su papá se negó-, la voz de la mujer lo hizo mirarla.

-¿Qué hago? A mí no me gusta-. Sofía encendió un pedazo de tabaco que tenías sobre la mesa y siguió separando los granos malos del café.

Nubia apareció en la puerta, se recostó contra el estantillo central del corredor y cruzó las piernas, le guiñó un ojo, venía de bañarse en la quebrada, traía los cabellos envueltos en una toalla, Jorge la miró a las caderas, sintiéndose erecto y recorrido por una oleada de placer. Nubia sostenía una hebilla entre los labios, con las manos se dio a la tarea de secarse los cabellos y formar con ellos una trenza, luego abultó la trenza en forma de moña y se colocó la hebilla. Al rostro de la muchacha le llegó luz, el rosado de sus mejillas la hacía ver ingenua.

-¿Sabe cómo le pagó su papá el primer juego?- le preguntó Sofía.

-No sé-, respondió Jorge contemplando a Nubia.

-Le trajo clientes para toda la semana, pero él no volvió-, los ojos de la mujer dejaban ver pasados. –Eso fue como ayer o hace mucho, el tiempo si que se nos hace inexacto a veces-, Jorge seguía mirando a Nubia, no dijo nada.

La muchacha se había sentado en el borde del corredor. Jorge se retiró sin otro comentario. Un fresco olor a mujer llenaba el aire. Nubia que había terminado de arreglarse los cabellos, fue hasta la enjalma y sentándose a horcajadas se inclinó hacia adelante, el calor dejado por Jorge la acarició hacia arriba, lo miró yéndose.

-Debió jugar aunque fuera un poco-, dijo Nubia moviendo un poco la pelvis, primero adelante y luego atrás, apoyó sus manos en la parte anterior de la enjalma y se encrespó, en un instante se movió rápido en goce luego se quedó quieta, Sofía guardó sus palabras, Jorge se les perdió de los ojos. Nubia lo pensó jugando, lo pensó.

Sofía y Huesero aparecieron juntos en la Magdalena, pero sin informes sobre su procedencia. Sofía aún estaba fresca en su veintiocho y tenía una forma de reír que obligaba a desearla a la primera. En la vereda hubo recelo, pero poco a poco ambos y los cuatro muchachos fueron aceptados, en ese lugar tradicionalmente habitados por varias familias que se habían asentado allí desde tres generaciones atrás.

Jorge llegó a la casa sin ganas de hablar, por eso la abuela se quedó esperando una respuesta cuando le preguntó que de dónde venía. El muchacho siguió de largo, entró al comedor y encendió la radio, un sonido gangoso y un ruido desagradable se oía, corrió la silla de madera en que le gustaba sentarse, ya acomodado abrió el estuche del aparato, le movió las pilas y lo volvió a cerrar, el sonido mejoró, es escuchaba claramente lo que decían.

-Pudo acompañarme a traer leña, pero prefiere andar mirando para el techo y pensando en no se sabe qué, antes que darle una mano a ésta vieja -, pasó diciendo la abuela en dirección a la cocina.

-Tan terco que es, se le puede decir cien veces una cosa y parece que no entendiera-, seguía hablando la abuela de regreso por el patio.

- ¿Qué estaba haciendo donde Sofía?-

-Nada-, fue la respuesta de Jorge mientras cambiaba de emisora en la radio.

-Le tengo dicho que no debe ir a esa casa-, dijo la abuela colocando el almuerzo sobre la mesa. -Coma a ver si tiene alientos para que me ayude en la desyerbada del empedrado-.

-No puedo, me voy para el pueblo en la tarde-, le respondió mientras enfriaba el almuerzo.

-No parece hijo de su papá, él desde los doce años trabaja y no se le quita nada-, Jorge olía el vapor proveniente del plato.

-Eso es él, yo no seré jornalero, voy a ser futbolista-.

-¡Vaya aspiración! Futbolista, usted tiene que ser sacerdote m’hijo-, afirmó la abuela alejándose por el camino de la quebrada, llevaba un atadijo de ropa bajo el brazo y una olla en la mano.

-Si quiere viene cuando termine y trae el agua para que se bañe mañana, yo voy a lavar la ropa-, le iba gritando desde el camino.

El accionar de la anciana en la quebrada, se le hacía próximo, a medida que avanzaba entre arbustos y guamales, oía los golpes de la ropa sobre la piedra. Al cruzar el camino que conducía a la casa de Huesero se detuvo, cogió un grano de café maduro y lo llevó a la boca, miró el guamo de al lado y recordó a Nubia arriba del árbol en los días de cosecha y él abajo diciéndole donde colocar los pies, siguió caminando, veía la forma encorvada de la abuela moviéndose, llegó hasta cerca, se quedó mirando, ella lo vio, él le brindó una sonrisa; parado sobre una piedra le recibió la olla con agua, se alejó silbando, palpó algunas ramas del matorral que bordeaba el charco.

Eran las siete cuando regresó del pueblo, la abuela estaba terminando de cerrar la puerta, alumbrándose con una vela metida en un tarro que protegía la llama del viento que apaga; al tarro que era como una especie de farol, se le colocaba por fuera una alambre en forma de asa, se le hacían orificios en el fondo, la vela era pegada en la parte interna, sosteniendo el tarro de costado, en esa forma la llama se mantenía encendida, los orificios en el fondo permitían la salida del humo.

Jorge colocó el pasador en la puerta de la sala y la abuela una tranca horizontal en la puerta que daba para la cocina. Jorge fue hasta el cuarto, sacó un libro que guardaba bajo del colchón, era un regalo de Elvia su prima maestra, lo dejó encima de la cama, pegó la vela con su propia esperma sobre una botella dispuesta como candelabro, se quitó la ropa, cogió el libro y se metió entre las cobijas, el frío llenó su cuerpo, no tenía sueño.

-Mijo, ¿por qué no deja de leer en las noches? Se va a quedar ciego-, le gritó la abuela desde la pieza. No respondió, mentalmente leyó el título del libro: “Miguel Strogoff”. - Mañana tiene que levantarse a las seis, hay misa de comunidad en la escuela-, volvió diciendo la voz de la abuela. “Una fiesta en el Palacio Nuevo”. Leyó en el libro, la anciana apagó la luz de la pieza, Jorge siguió la lectura, por momentos daba miradas a la vela, cada final de página volvía a mirar, cuando la primera estaba por acabarse, encendía otra; todas las noches leía el tiempo de dos velas.

-Abuela tengo escalofrío y náuseas-, le dijo después de colocarse el uniforme. La anciana vino hasta él, palpó su frente, con la mano.

-Tiene fiebre mijo, yo no sé por qué se bañó en la quebrada, si ayer trajo el agua para bañarse aquí. El agua fría puede hacerle daño a un recién levantado. Algo le pasa m’hijo porque de tres idas a comunidad usted falta a dos. Venga le preparo una agüita hervida con hojas de naranjo y vuelva a la cama, no quiero que se ponga peor-. El primer sorbo que tomó le hizo devolver el desayuno, corrió hasta el árbol de mandarinas y terminó de vomitar allí, sintió alivio. La abuela insistió para que se tomara el resto del agua y volviera a la cama. Ella se fue al pueblo. Jorge se quitó el uniforme que le indisponía; esos domingos eran como un castigo, ir hasta la escuela, hacer la formación en columnas de cuatro hileras de acuerdo a la estatura, caminar hasta la catedral, esperar el comienzo de la misa y al fin, aguantar el sermón del padre Pompilio durante una hora. Las niñas de la normal sentadas junto ellos que debían permanecer parados no les perdían movimiento, en un de esas él se desvaneció en plena iglesia cuando volvió en sí, lo tenían sentado en una silla.

Adormecido en la banca del corredor, escuchó a Nubia despidiéndose de Sofía y Huesero, iban para el pueblo, “Le consiguió clientes para toda la semana”, pensó disgustado. Por el frente de la casa pasó Huesero llevando el costal vacío. Era el día en que se ocupaba de algo parecido a trabajar.

La euforia de los campesinos por el negocio que él había colocado en la casa, duró varios años, pero Huesero que no tenía sentido de la economía, gastaba hasta tener deudas y cuando nadie volvió, le fue necesario retomar el trabajo de sus primeros días en Jericó. Recogía el hueso en las carnicerías para luego venderlo por kilos.

-¿Cómo sigue mijo?-, preguntó la abuela llegando.

-Bien-, contestó Jorge. Había escuchado a la abuela dar saludos en la calle. La anciana dejó el manto sobre la mesa, sentada en la banca del corredor se quitó los zapatos y apoyó sus talones en ellos.

-¿Por qué se demoró?-, le dijo Jorge en reproche.

-Fui hasta la plaza por la carne, además el sermón se hizo largo-. Jorge le trajo una taza con jugo de naranja.

-Tiene azúcar porque estaba muy ácido-

-Gracias mijo-, le dijo la abuela después del poco de jugo ido garganta abajo. – ¿En verdad se siente mejor?-.

-Como si no hubiera pasado nada-. Respondió.

El resto de la tarde Jorge permaneció en la casa escuchando la narración del fútbol, en la noche cogió el libro de Verne, pero no pudo concentrarse, pensaba en lo leído y no recordaba nada, cerró los ojos y se dejó llevar de las imágenes que surgen en el ensueño; se durmió así, con sus sueños de despierto, confundidos en sus sueños de dormir. La noche fue corta. Despertó contento, porque cuando soñaba con Nubia o con la profesora de biología, en la mañana estaba húmedo y feliz. Hasta con Sofía la llegó a pasar.

-¿Hoy si va a jugar? o tampoco-, le preguntó Huesero cuando lo vio hablando con Sofía en el corredor. –Puede volverse fijo como sus tíos y sus primos. Su tío Iván era el más dedicado, se quedaba de viernes a domingo, en la casa lo veían cuando iba a cambiarse de ropa. Lástima que se hayan ido a Medellín, salieron graniaditos, su papá los arrastró-. Jorge lo miraba, con ganas de decir.

-¿Qué importancia tiene que yo juegue?-.

-Ya se lo dije, los suyos tienen buena mano-, contestó Huesero, mirando a Sofía. –Los que no saben cuando aprenden quieren saber más-, Sonrió,- tengo un naipe nuevo, pero no pienso permitir que todos jueguen -. Nubia se asomó por la ventana. –Error mío de antes, por eso se envejeció tan pronto-, miró de nuevo a Sofía.

-Voy a seleccionar los clientes, a usted que es el de empezar hasta le fío para que juegue su primera, a condición de ayudarme en eso de mover la noticia-. Jorge lo miraba con ojos de quien está incómodo, no le gustaba el hombre, pensó que era un desvergonzado.

-Mire Huesero, usted está equivocado, hace ocho días debí decirlo claramente-, le hablaba muy cerca.-Hay cosas en la vida por las que no se debe pagar, mi padre me enseñó que ésta es una de esas, porque uno puede pasarse la vida sintiéndose perdedor o como con una deuda impagable-. Huesero hizo un gesto y entró sin más, Sofía dio una fumada al tabaco.

Un resto de nube hacía contraste al color del firmamento. La voz continua del agua, era el sonido más alto del lugar. El viento cálido del medio día pasaba entre los árboles. Un alboroto producido por los pájaros interrumpió el silencio, las ramas del matorral en la quebrada se movieron para mostrar un hueco. Nubia apareció, las ramas se juntaron. Jorge salió luego, las ramas volvieron a su lugar.

Gustavo Henao Chica

30/08/2019

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Gustavo Henao Chica Nació el 19 de diciembre de 1957 en Jericó - Antioquia - Colombia. Entrenador Para-límpico. Licenciado en Educación Especial por la Universidad de Antioquia, Especialista en Literatura producción de Textos e Hipertextos por la Universidad Pontificia Bolivariana. Publicaciones: De la intimidad, cuentos. Historias en agua y tierra. Cuentos. Cuentos para leer en el crepúsculo. Coloquios de adoescencia. Articula. Libro de poesía Saudade... Publicado en agosto/2021 Gustavo Henao Chica y Vanice Zimerman. Ensayo. Textos para Afrodita, Poemas, En busca del asombro, Teatro. Fragmentos alucinados, ensayos. Viajé a pie.

escritoresacademia1957@gmail.com