terça-feira, 5 de outubro de 2021

Los amigos sin límites - Cuento - Gustavo Henao Chica (Colombia)


 

Antes de clases, a todos les corresponde sentarse en el salón de entrada, donde tienen la oportunidad de reunirse los chicos de los tres grupos. Guillermo sabe cuál es su lugar, siempre se acomoda en la misma silla. Cuando escucha que han traído a Pacho, se balancea un poco y se ríe; en verdad se pone muy alegre. Pacho, acomodado sobre una colchoneta en el piso, intenta girar la cabeza para ver a los otros; en ese intento, sus manos se recogen más y todo su cuerpo se pone rígido. Ante cualquier ruido de los que produce Pacho, Guillermo se alegra.

          Esa comunicación la descubrí al tercer día de haber ingresado ambos a la institución; fue en enero. Para engañar a Guillermo, cambié a

Pacho de lugar, le hice señas y Pacho entendió que le íbamos a jugar una broma a su compañero; se quedó estático.

     Guillermo, extrañado, movía la cabeza, tratando de escuchar. Le pregunté, haciéndome el ingenuo:

     -Guillermo, ¿Pacho vino hoy?

     -Sí –me respondió.

     -¿Y dónde está? –volví a preguntar.

     -Ahí.

     -Yo no veo a nadie, levántame y muéstrame –le dije.

     Se puso un poco nervioso, porque él no había caminado solo en sus diez años; ésos eran sus primeros momentos de libertad. Aun así, con una muy cautelosa actitud, se apoyó en la silla y extendió su brazo derecho al frente como una antena que busca una señal.

Puso la mano en aducción indicando el sitio acostumbrado para Pacho, la sostuvo así unos momentos y luego la movió hacia la izquierda; cruzó la línea media, hasta el hombro y luego lentamente la guio hacia el lado opuesto. Cuando la mano quedó en la dirección de Pacho, se levantó muy despacio y con el brazo igualmente extendido caminó hacia él, lento, muy lento. Al fin, ya a su lado, posó suave su mano sobre la frente del compañero y lo acarició con una ternura infinita; dio un pequeño salto y dijo:

-Véalo ahí.

     Ése fue un momento extraordinario. Le tocó luego el estómago; le pregunté que cómo lo tenía y me respondió:

     -Tieso como una piedra

     Pacho sonrió e hizo un gesto y produjo un sonido grave. Guillermo le volvió a tocar el estómago; Guillermo habla por los dos y Pacho le celebra sonriendo; cuando le pregunto si es verdad lo que dice Guillermo, responde , con un sonido que es como un guuuuooiiii.

-        Guillermo, ¿dónde estuviste el fin de semana? – le pregunté un lunes en la clase.

– Me fui a cachonear y a tomar aguardiente

No pude evitar sonreír, por la gracia con que lo dijo.

-¿Y con quién fuiste?

-Con Pacho –lo dice y mueve su cuerpo, contento.

-Oigan, pues. Pacho, ¿eso es verdad? –Él mueve la cabeza, afirmando.

-Yo no les conocía esas mañas –les digo-. ¿Dónde estuvieron? ¡Si se puede saber!

-Donde las cariñositas. –Me rió, y Pacho también.

¿Y esas quiénes son? ¿Unas galletas, o qué? –pregunto.

-No –dice Guillermo.

-¿Entonces qué? –vuelvo a preguntar.

-Son mujeres.

-¿Cómo? –finjo sorpresa. Ellos sonríen.

-¿Y qué hacen esas mujeres? –pregunto.

-Le hacen a uno así –cierra sus puños y los arrima al pecho.

-Bueno, cambiemos de conversación, porque esto se está volviendo tema de adultos, como para mayores de dieciocho, y Guillermo apenas tiene doce y Pacho diecisiete, así que vamos al salón.

-¿A qué? –pregunta Guillermo.

-A estudiar – le digo.

Se levanta de la silla cuando le doy la mano y lo guío.

-        Guillermo, si ayer era lunes, ¿hoy que día es?

-        Viernes – responde.

-        Guillermo, ¿cuánto es uno más uno? – pregunto.

-         ¿Cuánto? – balancea la cabeza

-        Te pregunto a ti. ¿Cuánto es dos más uno?

-        Dos – responde.

A Pacho lo retiraron del colegio. Todos los días Guillermo pregunta:

          - ¿Pacho dónde está?

          - En la casa, Guillermo, él no va a volver.

          - ¿Por qué?

          - La mamá dice que esto no le sirve para nada, que él no progresa.

          - ¿Qué es eso?

          - Ella quiere que a los diecisiete años se lo pongamos a caminar con las piernas, no sabe que aquí solo enseñamos a dar pasos con el corazón.

          - Ese Pacho ¿Por qué no ha vuelto?

          - Ya te dije, Guillermo, la mamá no quiere que siga.

          - Ayer (se refiere a seis meses atrás) fuimos en el transporte por Pacho y él no salió, solamente gritaba.

          - Si es que lo habían dejado solo encerrado en una pieza-. Hace silencio, y yo también. Dos horas después, dice:

-Ese Pacho no volvió– repite para sí, mientras restriega las cuencas de sus ojos.

          - Pacho no va a volver – le digo.

          - ¿Por qué?

          - Tú ya sabes por qué: se murió ayer.

          - ¿Cómo se murió?

-¿Te acuerdas cómo era el estómago de Pacho? – le pregunto.

-        Sí.

-        ¿Cómo?

-        Tieso.

-        Por eso se murió, le dio una oclusión intestinal.

-        ¿Por qué?

-        Porque a veces la vida es una mierda, hermano.

-        Sonríe.

-        Ese Pacho no volvió – dice con tristeza.

-        No va a volver, te digo, está en el cielo.

-        ¿Y el cielo es muy lejos?

 

 Gustavo Alonso Henao Chica

   . Este cuento es parte del libro
 "Historias en agua y tierra”- página 33

***

      Gustavo Alonso Henao Chica nació el 19 de diciembre de 1957, en Jericó - Antioquia - Colombia. Entrenador paralimpico Es Licenciado en Educacion Especial por la Universidad de Antioquia; y Especialista en literatura Producción de Textos e Hipertextos por la Universidad Pontificia Bolivariana.  Publicaciones: De la intimidad. Cuentos; Textos para Afrodita Poemas; En busca del asombro. Teatro. Fragmentos alucinados. Ensayos. Historias en agua y tierra. Relatos. Cuentos para leer en el crepúsculo. Cuentos. Coloquios de adolescencia. Articulos.


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