quinta-feira, 10 de agosto de 2023

EL BALÓN . CUENTO . GUSTAVO HENAO CHICA

 

EL BALÓN

 

Teníamos que bajar hasta una manga llena de barrancos y raíces en las que a veces se quedaban enredados nuestros dedos, esto era al frente de la casa de los Cantarrana, unos negros que daban miedo y tenían fama de malas personas, a ese espacio le invadíamos un pedazo para improvisar la cancha, allí jugábamos los desafíos con los de Zafra o Sucre, en ese moledero descubríamos intuitivamente la posición más conveniente en el campo de juego, según la aptitud y el interés, a veces íbamos hasta Vicuña, deambulábamos para jugar nuestros partidos, parecíamos nómadas del fútbol, sin embargo en el fondo de nuestro corazón bien sabíamos que era la carencia en nuestro barrio de un sitio de recreo, y que no tener una cancha es demasiada pobreza. Por lo menos eso nos enrostraban los de Aguasfrías a los que les habían hecho una con graderías y todo, claro que el asunto era otro en los partidos donde nosotros éramos los ricos en el toque y la gambeta.

     Quién sabe por dónde andábamos que no nos percatamos de las retroexcavadoras y los bulldózer que removían tierra al lado de la quebrada y en aquellos lodazales, hasta que cualquier día nos encontramos allí sintiéndonos afortunados, presenciando el milagro, con asombro nos parecía que había caído del cielo o que había emanado de la tierra. Nos correspondió estrenar cancha, al lado de la quebrada habían desaparecido aquellos matorrales cenagosos para dejar que emergiera en esa explanada, como si la hubieran desenterrado, la arenosa y blanca con la señalización rectangular, el círculo central y las líneas de zona, cerca a esos arcos en que me sentía pequeño; toda esa anchura nos hacía soñar que jugábamos en el Atanasio Girardot, hasta iluminación le pusieron, seis reflectores a los lados eran encendidos en las noches, disfrutábamos esa luminosidad, ¡tanta luz! Estar en medio de la cancha, era como entrar a un templo, algo se apoderaba de nosotros, nos sentíamos como poseídos, una sensación indescriptible nos envolvía cuando aquellas luces nos abrazaban.

     Lento nos acercamos, Guasquila y Memo estaban pateando suave al arco, Memo hizo un amague y se la pasó a Masámbula que venía a mi lado, éste corrió con parsimonia y con una de esas fintas que sabía hacer, (su juego era muy parecido al de Harold Lozano), me la tiró por encima, la paré con el pecho y se la puse a Guasquila para el cabezazo que no logró detener Chócolo, aunque se lanzó a lo Navarro en un voladora hasta envidiable. Él en cambio me envidiaba la forma en que yendo a los pies del jugador yo le quitaba el balón limpio sin tocarlo, perdía muy pocas veces ese mano a mano; Chócolo era un arquero que arriesgaba y durante mucho tiempo fue titular en el equipo e incluso tapaba a veces con los mayores; así entrenábamos nuestros mejores toques de balón, el taquito, el cabezazo, la chilena, eso de matar el balón que se ve hermoso cuando el esférico viene de arriba y uno lo baja cogiéndolo con el pie como si fuera con la mano. Tener cancha era bueno, tan grande y propia, nos sentíamos como estrenando novia, porque era del barrio y podíamos jugar a cualquier hora.

     Esa tarde vinieron otros, más otros y poco a poco conformamos dos equipos, como nos conocíamos bien todos jugábamos, hasta los más troncos tenían su lugar en los picaitos, no se excluía a nadie, sin hablar los que llegaban tomaban su lado, el que iba entrando, antes de hacerlo miraba de afuera y se metía en el equipo donde más se acomodara, buscando que se mantuvieran equilibrados los bandos, el desequilibrio lo daba la fatiga y así como entraban se iban saliendo, por lo general quedaban los mismos; por allí iban pocas chicas, ellas nos miraban de lejos, desde la tienda, los domingos que era fiesta si estaban en la cancha, pero se perdían nuestras mejores jugadas,  las que hacíamos en semana.

    El partido del que hablé fue muy limpio, ganamos tres a uno y tapé un penalti, Chócolo hizo otro tanto, me hubiera gustado tener a Mercedes cerca aunque fuera sólo para mirarla y que me viera tapar; nos sentamos ya cansados conversando no sé de qué, sólo recuerdo aquellos rostros de los muchachos: Pedrito, Quiles, Rigo, Yiyo, Chepe, Pico, Rodolfo, Marquitos, Sandro y a Lazo que no le gustaba el fútbol sino la mecánica, sé que éramos más pero los otros se desvanecen en el tiempo, no teníamos afán ni preocupaciones, desde hoy diría que calmábamos con el fútbol los embates de esa realidad, entre lo poco qué comer, vestidos con ropa vieja y remendada, a veces con algunas monedas para una crema de hielo con anilina, que nos ganábamos llenando volquetas con piedra o arena, era una realidad sin sueños para nosotros, una realidad sin horizonte, o una realidad de los mundos que existen dentro de éste porque aunque parezca un todo, este mundo no lo es.

    Allí estaba nuestra cancha acostada y blanca, sonriente, complacida con nuestras pisadas y balonazos, con los goles, las atajadas; nuestra chacha de arcos blancos y polvorienta, nuestra cancha bordeada de gente gritando, de muchachas haciendo barra, nuestra cancha que nos mordía de arenilla los codos y las rodillas y sudaba nuestros sudores y nos entierraba y nos enmugraba; allí estaba nuestra cancha que nos acababa de ver jugar nuestro mejor partido, tres a uno había terminado.

    Acostados sobre ella con un goce recorriéndonos, sintiendo el olor que traía la quebrada desde una ladrillera, mirábamos el cielo inmenso, la cancha era una sábana replegada acariciando nuestras espaldas con los brazos abiertos, nos quedamos mucho rato, imaginando cada tiro libre, cada tiro de esquina a lo Marcos Colt, cada pase, cada gambeta a lo Garrincha, cada atajada a lo Otoniel Quintana, imaginando solamente, porque para ser real habríamos necesitado tener balón.

 

 Gustavo Henao Chica

Del libro "De la intimidad"

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Gustavo Henao Chica nació el 19 de diciembre de 1957 en Jericó - Antioquia - Colombia. Entrenador Para-límpico. Licenciado en Educación Especial por la Universidad de Antioquia, Especialista en Literatura producción de Textos e Hipertextos por la Universidad Pontificia Bolivariana. Publicaciones: De la intimidad, cuentos. Historias en agua y tierra. Cuentos. Cuentos para leer en el crepúsculo. Coloquios de adoescencia. Articula. Libro de poesía Saudade... Publicado en agosto/2021 Gustavo Henao Chica y Vanice Zimerman. Ensayo.

 

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