quinta-feira, 12 de janeiro de 2023

ESCENAS . CUENTO . GUSTAVO HENAO CHICA .

 



ESCENAS

 

Si hubiese tenido una barba ocultadora a Mary no le habría gustado, bien le quedaba el bigote pulido por la línea del labio, mejor sus dientes en la sonrisa, más aun su voz que sonora, ponía atentos los oídos y apagaba los murmullos; sin embargo ese hombre en silencio también parecía decir, poco común, pero característico de quienes han vivido y aprendieron lo suyo, gozando y sufriendo. El director estaba en la cima a la que se asciende después de sentir y superar el miedo a los caminos, que generalmente no son de miel, su punto era el de un hombre que no pide a los demás desde sus propias convicciones sino que les permite avanzar desde su propia partida, se le podía considerar abierto, de esos que hacen, pero no intentan convencer a nadie y es que sus movimientos transmitían una cierta calma, una sensación de libertad; sus manos acompañaban las palabras como en una danza, había un diálogo entre el gesto y la voz, que de pronto se suspendía como a la espera, entonces la atención de la audiencia que podía estar perdiendo intensidad volvía a la altura necesaria, las  manos seguían el movimiento en el que se había detenido y la voz pasaba por los labios.

    En el periódico mural del colegio apareció una invitación dirigida a todas las alumnas interesadas en pertenecer al grupo de teatro, podían  inscribirse en el departamento de idiomas; Mary leyó el aviso y con cierto sobresalto volvió a mirar para releer, como si fuera algo que había esperado, fue directo al sitio de la inscripción pero la encargada no había llegado, le dijeron que a la última hora de la mañana la podría encontrar; no había empezado la última hora cuando ella estaba parada junto a la puerta, la profesora responsable se disponía a organizar sus cosas en el escritorio, cuando Mary estuvo junto a ella dándole los datos necesarios en la inscripción, era la primera en hacerlo. La maestra que había sido su profesora de literatura durante cinco años, la anotó sin mirarla, como Mary no se iba la mujer levantó la cabeza y le dijo que ya estaba inscrita, que se podía retirar; era la primera vez que la muchacha se fijaba bien en la maestra, comúnmente no miraba a los ojos de personas que significaban alguna autoridad. Alejándose por el corredor pensó en aquella profesora como si fuera la primera vez que la hubiera tenido tan cerca, hasta el salón de clases acompañó la mirada de la mujer que con un ojo la detallaba directamente y con el otro parecía observar al profesor que estaba en el escritorio de al lado.

    En esos primeros días sólo se anotaron cuatro muchachas, el jueves, la profesora pasó por todos los salones invitando grupo por grupo, prometiendo a quienes se inscribieran una mejor nota en literatura, de esa forma el número aumentó a cuarenta. El lugar elegido para los ensayos fue el salón general de actos, un amplio rectángulo en el que la acústica deformaba el sonido y si alguien hablaba aunque fuera con micrófono, la voz se perdía para quienes estuvieran sentados al final de esa largura; atrás de lo que sería el proscenio pendían suspendidas desde el techo unas cortinas negras, el tablado se extendía a todo lo ancho, forrado en la parte anterior por un trapo rojo.

    En el libro de observaciones, Mary figuraba con notas excelentes y con reconocimientos de los profesores por su desempeño académico, se desenvolvía  bien, por lo general las explicaciones de los profesores en clase le eran suficientes para contestar en los exámenes, pero aunque para ellos eran evidentes las verdaderas aptitudes de Mary, ella en sí misma no discernía; no se enteraba de cuán fácil le era resolverse frente a los números y en cambio lo dificultoso que  le resultaba la reflexión y el análisis al interior de un texto, repetía párrafos pero le era imposible hacer inferencia; después de una clase de cálculo podía inmediatamente enfrentarse al tablero y solucionar un problema, maestriarlo, en cambio después de una clase de literatura quedaba solamente emocionada fantaseando; en su conversación se hacían comunes las frases textuales y las oraciones incomprensibles por lo menos para sus compañeras. Compulsivamente leía poemas y obras de teatro, a la llegada del director se incrementaron sus lecturas y las visitas a la biblioteca.

    La maestra de literatura las había dejado solas con el director después de biografiarlo; el hombre acomodó los documentos y libros que traía en la mano sobre el escritorio y sentado sobre el borde del pupitre de Mary empezó a explicar el programa; la pesadez de la tarde llenaba el ambiente, los rostros de las muchachas decían de las ganas de salir, pero las palabras del biografiado las iba metiendo en el discurso y terminaron sonrientes y olvidando la fatiga; cuando concluyó las instigó a que preguntaran, fue en ese momento cuando se levantó, Mary no había respirado normalmente mientras el hombre estuvo apoyado en su silla, las manos mojaron el libro que sostenía, por entre sus senos se deslizaban gotas de sudor; inmediatamente el hombre se alejó del lugar, Mary sintió que sus pulmones se llenaban de oxígeno como después de un paro respiratorio, le parecía que por las ventanas que habían permanecido abiertas entraba todo el aire del mundo, para que ella no muriera.

    Pasó la semana, los ensayos fueron programados para los sábados, Mary no hacía más que imaginar aquellos momentos. Antes de la hora se hizo presente en el salón de actos, estaba nerviosa como si fuera la situación más importante de su vida; el director ya estaba en el lugar, la saludó desprevenidamente y continuó en la lectura de un libro.

    La primera práctica fue un trabajo de sensibilización, el hombre no utilizó las palabras, con gestos les indicó que debían quitarse los zapatos, las chicas que iban llegando tarde se metían en la actividad sin entender qué pasaba, de los zapatos de Mary salieron unos pies de muñeca, tiernos, poco a poco se completó el grupo, los zapatos apilados parecían descansar; luego como de un abismo fueron saliendo las palabras del hombre, un texto breve que fue repetido en diferentes tonalidades, primero por él y luego ellas una a una, Mary perdió noción de  todo al momento de decirlo, ya habían pasado otras, cuando pensó en cómo se había expresado le pareció escuchar al director que decía: “bien”. Terminada la sesión, el profesor les entregó una hoja en blanco.

    - Para pensar -, dijo.- Deben improvisar un monólogo de tres minutos sobre eso que piensen-. Luego llamó a las que llegaron tarde.     -En la próxima clase, las quiero cumplidas -. Concluyó.

     Otra semana y al fin sábado, Mary hizo la improvisación sobre unas manos, manos que las otras no observaron, pero eran las del director.

    - Está bien, siga la otra-, no dijo más.-Vamos con la última y terminemos-, -Hasta el sábado, que sean felices-. En cada ocasión Mary creía superar la anterior, los asentimientos que daba el director con la cabeza, eran suficiente para sentirse calificada.

    -No se tensionen, floten, hagan como el árbol que mueve el viento-, Sesiones fatigantes, correcciones, indicaciones, repetir, repetir.

     - Déjense llevar por el personaje, piérdanse en él-.

     - Vamos, pronuncien bien-.

     Regreso a casa, a la semana de clases y misas y al viernes interminable.

     -Todas al suelo, griten, aúllen, giman, expresen lo bestial, ya.   Únanse de a dos, de frente la una a la otra, observen la mano derecha de la compañera, contémplenla…ahora háblenle como si fuera el ser que más aman en la tierra-. Allí se perdían algunas, reían otras, ridículas parecían sentirse las más.

     - Cambien, ahora es el ser que más desprecian-.

    -Vamos ¿dónde está la emoción?, ¿cómo la expresan ustedes?, suéltense, sin actuar, porque hacer teatro es no actuar-.

     - Esta tarde para concluir piensen en lo que harían si hubieran cometido el pecado que ustedes consideran más grave, si tuvieran que expresar arrepentimiento cómo lo harían. Listo terminamos, un aplauso para ustedes, que les vaya bien, adiós…-

   Se iban las otras pero Mary se quedaba esperando un poco de conversación con el director, fuera del salón el hombre enrollaba las palabras, jugueteaba con la bufanda, e indiferenciaba a las chicas que aún permanecían ahí, cuando alguna le hablaba, con sequedad cortaba los alargues de esas palabras.

   Mary fue teatralizando su vida, los modales y vestimenta parecían no pertenecerle: se ponía en la mano izquierda un guante negro y transparente, sobre los hombros no le faltaba una chalina  o una bufanda que se alargaba  hasta sus rodillas, unas botas también negras, a partes del rostro les fue metiendo cosméticos, labios negros con una raya roja por el borde, sus pecas seguían viéndose, y su proceso gestual hasta antes de la sonrisa: cuando tenía la boca cerrada su rostro era tierno, si entreabría los labios su rostro adquiría una forma extraña, algo como de maldad, pero cuando llegaba a la sonrisa, ésta permanecía en la retina de quien la viera, desafiando al olvido; también era suyo, antes, el sobar sus cabellos continuamente y moverse como si el cuerpo fuera prestado o como si algo le estorbara, aunque no perdía el rasgo de inseguridad  su caminar tenía una actitud de exaltada, parecía sentirse una Madona, siempre posando.

   El director se bajaba del bus dos cuadras antes del colegio. Un cuarto de hora próximo al ensayo, con una puntualidad inmodificable, como el color de sus ojos; Mary lo veía y antes de tenerlo cerca se metía en su camino, lentiando los pasos a la espera de ser alcanzada, algunas veces el hombre la sobrepasaba, seguía de largo sin fijarse en ella, porque leía mientras caminaba y sólo en el punto exacto de la entrada al colegio, levantaba la vista y cerraba el libro, otras veces cuando no pasaba  a la chica, ésta creía saber el significado: él quería mirarla de lejitos por detrás.

  Fueron los cuatro meses más significativos para Mary, imaginarse intercambiando algunas palabras con el director ya le generaba una excitación, los sábados más esperados de su vida, en la semana, acudía a la biblioteca durante los descansos y después de clases, se había impuesto el propósito de enriquecerse, de asir a su memoria una buena selección de textos y autores, que le permitieran metaforiar con propiedad la conversación, debía merecer al director, ganarlo. Pensaba en las mejores maneras de hablar ante el hombre, urdimbreaba las frases para hacer que sin ser suyas, no parecieran de otro, todo cuanto consideraba aprovechable, lo escribía, lo repensaba.

   Cuando se dirigía al director durante o al final de los ensayos, trataba de acomodar sus nuevas ideas a la conversación, pero le resultaba un fraseo fuera de contexto, a poco de ella iniciar la perorata, el director la dejaba con el reguero de palabras y se dedicaba a otra cosa, Mary sentía que aquella parquedad era una forma de aprobación. En el cuarto mes de ensayos, Mary carecía de amigas para los trabajos en grupo, cuando les pedían juntarse las muchachas se apresuraban a buscar compañeras, Mary quedaba sola, tenía que adherirse a sí misma, las otras eran duras con ella, no disimulaban su incomodidad porque la veían en su forzada actitud de actriz, algo que generó además que le colocaran varios apodos: Marilyn, la postiza, esa corrida, la actriz; ella muy dentro en lo suyo, no escuchaba ni veía; todo lo contrario sucedía cuando se trataba de realizar un taller de cálculo en el salón de clase. Por el hogar de la muchacha, el apoyo que se dio en un principio, se fue convirtiendo en rechazo.

   A la fase final llegaron veinte, el proceso que pedía hacer con facilidad una improvisación, liberar una emoción, no actuar, manejar el espacio, controlar el cuerpo, proyectar la voz, dominar los textos y otros aspectos propios del trabajo escénico, no logró estos objetivos; la conclusión del proceso consistía en el montaje de una obra, el director hizo una preselección de personajes, les dio un texto a todas y se los hizo representar, con la esperanza de encontrar algo que lo sorprendiera, que alguna de ellas hiciera algo fuera de lo común, tal como las veía en prueba no le aportó nada distinto a lo que ya  sabía, debió aceptarlo, eran mediocremente lineales, cometían errores contra los que se había luchado desde el primer día, algunas no parecían haber recibido clases de teatro nunca.

    Mary tenía el convencimiento, no sólo de haber cumplido sino de merecer su participación en la obra, porque memorizaba los textos, leía sobre teatro, iba a los ensayos y el director no la había regañado. Yendo hacia la casa, Mary regodeaba pensando en las palabras finales del director, esa tarde.

     - El sábado les asigno los papeles definitivos -.

     Se veía en el escenario y al público poniéndose de pie para ovacionar por su…Clitemnestra, Helena, Antígona, Electra, ¿y… si olvidaba el texto?, se preguntó. Estudiaría mucho, de memoria sin falla como en los ensayos. Deseaba la llegada de ese sábado. Sus pensamientos eran como un velo de fascinación, de fantasía; su foto en la página cultural de un periódico o tal vez en una separata especial, dedicada a ella y al director; anunciando su puesta en escena de algo como “La Voz Humana”! ¡Ella en la página cultural! Donde había leído sobre el director, sobre el grupo profesional que tenía, un grupo de verdad, si él la incluía, bueno, después de la obra en el colegio lo más seguro es que sería ungida y cuando ésta pasara daría las gracias, pero no de cualquier forma, hablaría con propiedad, profundamente. Caderiando un ritmo inventado llegó a la casa, entró en la habitación, se dejó caer sobre la cama mirando hacia el closet.

   Pasó la semana y con ella la quimera, las muchas horas en la biblioteca, los ensayos, la esperanza; no se hizo algo diferente a los sábados anteriores, el director propuso unos ejercicios de rutina, mientras los realizaban, le fue entregando a cada una el libreto de la obra que se iba a escenificar, al lado de cada personaje estaba el nombre de la muchacha que lo iba a representar, no les dio ninguna explicación sobre la razón para distribuir los papeles así, algunas excepto Mary, estuvieron felices por recibir los textos más sencillos; la muchacha sintió inicialmente ganas de orinar y se retiró del salón, camino al baño, el estómago empezó a dolerle, había asistido a todos los ensayos, leía teatro, sabía mucho, y a veces el director sonreía cuando ella actuaba, cómo) explicarse que no le diera el protagónico. Del baño Salió para la casa.

   Las sensaciones se revivieron después, cuando vio que el papel principal lo tenía la monita de ojos verdes que siempre estaba riendo y en los exámenes se hacía a su lado para “pasteliar”. En el ensayo el director la regañó cada que intervino, un desaliento general la invadía, su rostro estuvo congestionado y una angustia que no había sentido nunca la hizo presa. Si no la corrigió antes en textos más complejos, cómo era posible en éste que sólo tenía tres entradas con dos líneas. Se programaron dos ensayos por semana, para acelerar el montaje de la obra porque la monja directora quería ver sus resultados; con indicaciones del director las chicas diseñaron el vestuario para los personajes; buscando entre lo propio y lo que no se utilizaba en las casas recogieron los elementos necesarios que también fueron usados en la escenografía.

   Al concluir el preestreno el director las invitó para que asistieran a ver la obra que tenía montada su grupo, Mary sintió que la invitación era para ella. Sentada a un lado de la barra del bar del teatro, pidió ron y dio una fumada al cigarrillo sin filtro, los vio entrar y se quedó fija, con el director iba la monita de ojos verdes, llevaba los cabellos rizados, se movía con delicadeza, por su falda de seda se adivinaban las formas de sus caderas, el relieve en la blusa hablaba de sus senos blancos y pezones amplios. El hombre pidió ron para ambos, Mary escuchó esa voz, a su cuerpo le dio escalofrío, a su alma le dieron ganas de llorar; un sonido de timbre indicó el primer llamado para entrar en la sala, Mary levantó la cabeza y giró quedando de frente al hombre, intentó decir algo pero el director dio vuelta, puso el brazo sobre la espalda de la chica de ojos verdes y caminaron a la sala.

   A la monja directora le gustó según dijo, la obra, los padres que asistieron estaban orgullosos de sus hijas actrices; para el director no fue más que una común representación de colegialas, se fue de allí sin despedirse aprovechando que los padres se ocupaban en felicitar a sus hijas. El salón se vio desocupado poco a poco, una sombra gigante formada por los cortinajes quedó silenciosa como recordando la obra y a Mary que se demoró en sus entradas, detenida en el mismo lugar del proscenio recitaba las palabras una tras otra como si se persiguieran, en la última frase repitió lo mismo tres veces.

   Entre bambalinas se escucharon las felicitaciones, pero a ella nadie le dijo nada. 

GUSTAVO HENAO CHICA

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El Cuento "Escenas" forma parte del libro "De La Intimidad"

HENAO CHICA, Gustavo. “De la intimidad.

Cuentos”. Taller de impresores Léanlo. Medellín. 2014. 160 pp. 10.VIII.14

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Gustavo Henao Chica nació el 19 de diciembre de 1957 en Jericó - Antioquia - Colombia. Entrenador Para-límpico. Licenciado en Educación Especial por la Universidad de Antioquia, Especialista en Literatura producción de Textos e Hipertextos por la Universidad Pontificia Bolivariana. Publicaciones: De la intimidad, cuentos. Historias en agua y tierra. Cuentos. Cuentos para leer en el crepúsculo. Coloquios de adoescencia. Articula. Libro de poesía Saudade... Publicado en agosto/2021 Gustavo Henao Chica y Vanice Zimerman. Ensayo. Textos para Afrodita, Poemas, En busca del asombro, Teatro. Fragmentos alucinados, ensayos. Viajé a pie.

escritoresacademia1957@gmail.com 

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